Yo soy una intensita de libro, y eso desgasta. Me gusta, en general. Pero desgasta.
Es bonito echarse a llorar con una canción, o bailar eufórica por la mañana mientras se hace el café si es que se ha pasado buena noche. También que se te ponga un nudo en el estómago después de leer algo y que no haya consejo lo suficientemente claro para evitar que un ataque de risa acabe, siempre, en llanto.
Así que las canciones son más canciones y los poemas más poemas. Llorar escuece y reír hace que duela la tripa. Los enfados son muy arriba, y las penas te llevan muy abajo.
Si la intensidad me pilla donde no debe, con personas no muy cercanas por ejemplo, la dejo salir. Y la siento correr desde la frente hasta el tobillo, y miro de reojo sólo para comprobar si alguien se está dando cuenta. Normalmente no.
Pero a veces si.
Nunca he aprendido a gestionar la intensidad, ni la propia ni la agena, en general todo lo intenso me confunde, me apabulla, me sonroja, siento los mismos nervios del primer beso, de la primera vez, de un encuentro esperado, de una despedida inesperada, de un examen oral, de una entrevista de trabajo...
ResponderEliminarHace algún tiempo la poeta colombiana Bonnett escribía que la poesía es un "estado de intensidad afectiva" , y así es... sin más, desde entonces he perdido la esperanza, solo Intentó disfrutar todos los momentos que provocan algo intenso en mi.
Si algún día tienes el poder de gestionarla, y consigues hacerlo bien sería realmente intenso q me lo confesaras
:---)
En realidad estoy pensando que no es la intensidad en realidad lo que quiero gestionar, son las consecuencias de la intensidad...
ResponderEliminarPorque la intensidad en sí es preciosa, pero luego...
Ciertamente,a eso me refería, lo realmente difícil es el después...
ResponderEliminarGracias por tus letras!