9 de agosto de 2016

Needle and the damage done

Dicen, ahora dicen, que debo dejar marchar. Que debo cerrar puertas y ventanas, soltar las cuerdas del globo, y no se qué historias de un bosque y la hierba mojada y tu en una silla en medio de un claro mirándome a los ojos. Que debo decir adiós y perdonar no sé muy bien qué y perdonarme algo a mi también.
No fueron suficientes las náuseas y las mil agujas. Parece ser que ahora debo dejar ir. 
Así que en ese dejar ir irá de nuevo otro blog, este blog, a vagar como basura espacial en el ciberespacio.
No creo que haga otro. No de momento. 
No tengo ni ganas, ni fuerzas, ni francamente, mucho que decir.
Me hubiese encantado gestionar las historias de otra manera. Me hubiese encantado escribir desde la capa externa de esa cebolla a la que todos hacen mención, pero no. Tenía (tiene) que salir todo del estómago, desde lo más profundo. He vomitado aquí tantas veces... así que parece que el desgaste emocional ha sido demasiado, que estos años he abierto cicatrices una y otra vez y que ahora tienen bastante mala pinta. Que ya nadie me asegura que podamos hacerlas desaparecer.
Todo esto sucede en los días de abandono de las drogas y en la semana de conocer las agujas. Podría parecer que no es el mejor momento pero ha de ser, dicen, ha de ser así.
Estoy muerta de miedo. 
Y hace frío y llueve.
Y te quiero.


21 de julio de 2016

Rehab

He bajado la dosis de las pastillas. Estamos en ello, si. Y comienzan entonces a despertar muchas cosas. 
La verdad, no pensaba que me hicieran mucho efecto, pero sí. Veo que sí. 
Abandono poco a poco el estado de letargo a, por lo que estoy viendo, muchísimos niveles.
De pronto todo se vuelve a dibujar delante de mis ojos, veo mejor. Podríamos explicarlo así, si. 
Las cosas vuelven a tener colores vivos, y olores intensos. Realmente parece que hubiese pasado un año (¡un año!) con una película transparente delante de los ojos que afinaba mi mundo. Como un protector acolchado para que los niños no se den coscorrones contra el pico de la mesa... pues así. Y ¿sabes? también en la piel. Ha sido un año de sentir poco, de tocar poco. Ha sido un año de no poder, no ser capaz de escribir en un papel cómo me siento. Con metáfora o sin ella. Un año de leer por encima. 
Pero hoy, ahora, en este punto de abandono de las drogas, siento la necesidad de tocarme, de olerme la piel. Y de que me toques también. 
He visto que basta un beso suave o un dedo acariciando suavemente mis manos. Oler tu pelo o imaginar historias.

Empieza el viaje de nuevo.

20 de junio de 2016

Hoy si.

¿Veis? no es cuestión de escribir por escribir, y mucho menos de escribir como terapia.
Porque eso no me funciona, no con un ritmo marcado, no como un deber. "Escribe todos los días, explica cómo te sientes..." Nada. Es más, yo diría que peor. 
Sin embargo aparecen días como hoy, en los que sí quiero escribir. En los que sí necesito expresar algunas cosas porque de verdad reboso. 
Hoy me doy un poco igual, porque tengo una sobreestimulación que me hace sentirme bien. Porque he escuchado una canción que me ha hecho ponerme nerviosa, me hizo coger aire rápido y retenerlo, y me entraron ganas de bailar. Además he empezado un libro que me ha revuelto muchas cosas. 
Me he cortado el pelo. Dos veces. Y hoy es el primer día en el que me veo guapa. Te di un beso mientras dormías y tu sonreíste. Y hubiera matado por poder desnudarme y volverme a la cama contigo. 
Después me he pintado los labios de rojo y he salido de casa mirando a los ojos. Siento las hormonas revolucionadas. Y ansia. 
El ansia. Ya sabes. 
El buen tiempo hace estas cosas. 
Hace calor, y yo muero por estar bajo tus sábanas.

27 de mayo de 2016

27052016

Ayer varias personas me preguntaron si tenía depresión.
Qué puta manía de ponerle nombre a todo.
En cualquier caso... no.

26 de mayo de 2016

Heipram 15 mg.

Parece que tengo que volver a intentarlo. Así que la recomendación es escribir cómo me siento. Y podría hacerlo de nuevo en ese cuaderno de colores, para mi, para quien me ayude, pero siento que no sirve de nada. 
¿Y es entonces la solución una exposición más pública? no lo sé. No lo creo, la verdad. 
Escribir por escribir. No tengo nada que decir en realidad, o eso, o no sé cómo explicar las cosas. 
No me encuentro bien, así en general. No es fácil ser yo, eso lo puedo asegurar. La cabeza me estalla todos los días, no me duele, pero me estalla. Intento seguirle el ritmo pero nada,  visualizo un avispero y picotazos, uno y otro y otro.
Pero eso no se ve. Eso nadie lo ve. Tomo pastillas desde hace un año. Y creo que algo anestesian, si. Y por esas pastillas no puedo beber. Paso muchas ganas pero no lo hago, porque tengo miedo y no sé qué puede pasar ahí. En mi cabeza, digo.
Sin embargo todo esto no se ve. Me veis como una persona tranquila y sonriente. Que se divierte con cosas poco comunes, que comparte fotos llenas de filtros para maquillar a la persona que aborrezco. Cargada de inseguridades y de miedos, que se juzga constantemente y que no se soporta. 
Es difícil compartir esto con las personas que tengo cerca y que de una manera u otra quiero. Porque no se entiende, no se ve, porque no sé explicarlo y porque bastante tiene cada uno con lo suyo. ¿Cómo pides ayuda si ni siquiera eres capaz de verbalizar lo que te pasa? 
Busco estímulos por todas partes, y compañía. Pero eso me cuesta cada vez más. Cuando estoy sola me dejo ir, sin embargo luego me siento culpable, otra vez culpable. 
Qué queréis que os diga. 
Duele.

21 de marzo de 2016

Primavera

Si supieras cuántas veces te/nos he imaginado en otro lugar...
Menudo invento éste... ¿No te parece?
Lo de la imaginación, digo.

17 de marzo de 2016

Urgencias

En este año, mi año de la calma, el año de respirar y cerrar los ojos, de hacerlo todo despacio, de la consciencia del cuerpo y del sentir, me atrapan de repente las urgencias.
Tres adioses en tres meses. Tres corazones que se paran en seco y me abofetean la cara, que me zarandean cogiéndome por los hombros, me gritan al oído, me tiran del pelo y pellizcan el cuerpo.
Con ellos han ido llegando poco a poco las urgencias. 
Ofrecer, regalar, tener, hacer, decir, pedir... los días se llenan de infinitivos con los que hago listas interminables mientras la cabeza se me va en el uno, el dos, el tres.
El miedo va desapareciendo, es cierto. 
He besado y abrazado más en estos meses que en años. Sin embargo no es suficiente. Todavía no. 
Me urgen las urgencias. 
No quiero guardar por más tiempo esos abrazos, ni esas palabras que esperan desde hace años el momento oportuno para estallar, no quiero no reventar de risa, ni seguir llorando por cosas absurdas. 
No quiero dejarte pasar por la calle sin decirte nada, ni esperar un día más para decirte que te quiero mucho más que hace años. 
No quiero esperar al buen tiempo para pintarme los labios.
No quiero dar las cosas por sentado. 

18 de enero de 2016

Otra.

He vuelto a diseccionar tu boca y tus manos.
Después, por la mañana, dediqué un buen rato a mirarme al espejo, y vi el rubor.

Y comprendí entonces que siempre va a dar igual.
Será lo mismo pasen 20 o 50.


12 de enero de 2016

Intenso

Me pregunto desde hace un tiempo cómo hacen las personas para gestionar la intensidad. La suya propia, digo. Si es que la hay.
Yo soy una intensita de libro, y eso desgasta. Me gusta, en general. Pero desgasta.
Es bonito echarse a llorar con una canción, o bailar eufórica por la mañana mientras se hace el café si es que se ha pasado buena noche. También que se te ponga un nudo en el estómago después de leer algo y que no haya consejo lo suficientemente claro para evitar que un ataque de risa acabe, siempre, en llanto.
Así que las canciones son más canciones y los poemas más poemas. Llorar escuece y reír hace que duela la tripa. Los enfados son muy arriba, y las penas te llevan muy abajo.
Si la intensidad me pilla donde no debe, con personas no muy cercanas por ejemplo, la dejo salir. Y la siento correr desde la frente hasta el tobillo, y miro de reojo sólo para comprobar si alguien se está dando cuenta. Normalmente no. 
Pero a veces si. 


9 de noviembre de 2015

Cícladas

Hoy he dibujado tus labios,
y he recordado cuánto me gusta que me cojas por el cuello.
He pensado mientras tanto en lo mucho que me gustan tus manos,
y he dejado acelerarse al corazón.
Pude olerte, me faltó el aire,
quise llorar.
Pero la falta de oxígeno no me dejó más que cerrar los ojos.
Después los abrí y te observé a través de un mechón de pelo,
y visualicé entonces tu mano, esa mano
descansando sobre el encaje,
y el calor.
Siempre hace calor.

5 de noviembre de 2015

Techo solar

Mejor en directo. Mucho mejor, lo se.
En medio de un bosque, sin luces de ciudades que nos impidan mirar las estrellas.
Pero no quiero. Así no quiero.
Lo que yo deseo es encerrarme contigo como hace años, y empañar cristales.
Lo que realmente quiero es volver a estar dentro del coche, retorcidos
y reposar mi cabeza en tu cuello. Y tú en el mío.
Rozarnos las manos y quedarnos dormidos.
Y pasar frío.
También pasar frío.

19 de octubre de 2015

Grand Place (Retrospectiva 2)

Todo era muy raro. Habían hecho todo el viaje sin dirigirse la palabra. De vez en cuando se miraban, para creérselo un poco más, y se rozaban las manos. Como el que se da un pellizco para comprobar que está despierto.
Él se había encargado de todo. Ella apenas podía dejarse ir. 
Junto a la ventana del hotel se abrazaban casi por primera vez.

29 de septiembre de 2015

29092015.

Lo malo de los picos de emoción es el después.
El día siguiente, el nudo en el estómago, el no dije esto o aquello, no abracé lo suficiente, no besé lo suficiente...
Lo malo de los picos de emoción es el vacío, la resaca, el sólo quiero esconderme bajo una manta.
"¿Y ahora, qué?".

En este después no bastan los recuerdos, porque no inundan lo suficiente.

1 de septiembre de 2015

Silvia

Míralas, las ves?
Están ahí. 
Las tuyas. 
Las mías. 
Y juntas hacen más pronunciadas las curvas de este cuerpo.
Y sus huecos.
Allí donde vacíes las tuyas relleno yo con las mías.
Como cimientos que no caerán jamás.
Tus ganas.
Mis ganas.


(Fotografía: Sil)



23 de julio de 2015

Ludo

Sucede que Ludo ya no está. 
Sucede que nos hemos quedado sin una de las personas más especiales que he conocido nunca.
Ludo se ha ido y me ha dejado sin palabras. Literalmente.
Y hoy he pensado que tal vez sea porque tengo atravesada una despedida en la garganta.
Como aquella mujer de Galeano.
Una despedida que tapona la salida y hace que las palabras se amontonen mientras se niega a salir.

Descansa, Ludovico Hombravella. 


15 de junio de 2015

El día en el que fui madrina de una pequeña Alcayata.



Un recuerdo de la preciosa experiencia del jueves pasado. El día 11 de junio presenté mi ofrenda a la gran Alcayata, en el Museo de Bellas Artes de Asturias. 
Y aunque sigo teniendo el mismo miedo, o más incluso... no puedo negar que las lágrimas limpiaron bastante....
... y que todo pasa. Esto también.

¿Tienes miedo? ¿Tienes miedos?
Yo sí.
Muchas veces. 
Más a menudo de lo que quisiera.
A más cosas de las que quisiera.
Con más intensidad de la que quisiera.

Si lo tienes,
si te sientes como yo,
te invito a que lo unas con el mío.
Enciérralo conmigo en esta cajita.
Si no lo tienes,
si eres un valiente, una valiente...
te pido entonces que te los lleves lejos.
Todos ellos.
Que los hagas desaparecer...
llévatelos.

Miedosas y miedosos,
valientes...
GRACIAS.

8 de mayo de 2015

No me digas eso...

Habla más, dice.
Tienes que hablar más.
Habla más. Como si fuera tan fácil.
Si yo hablo, en realidad. Puedes creerme. Pero a mi manera, ya sabes. Te lo he explicado más veces. En mi cabeza está todo muy claro, palabra por palabra, puntos, comas, exclamaciones, entonación que sube y baja después. Más aire, menos aire, sonrisa.
Y entonces, con ese texto perfectamente ordenado, contengo la respiración y empujo. Fijo la vista y allá va. Pero nada. Casi nunca llega.
La cuestión es que soy incapaz de transformarlo en aire. Pierde sentido, y pierde emoción. No encuentro sonido ni gesto adecuado para acompañar las palabras. Así que vuelvo a dejarlas arrinconadas por ahí, cogiendo polvo.
De vez en cuando se mueven un poco, se reordenan y piden de nuevo permiso para salir. Fijo la vista, contengo la respiración y empujo.
Nada.
.
.
.
Habla más. Tienes que hablar más... dice.

16 de febrero de 2015

Cicatriz-es

¿Sabes?
Todavía tengo aquella marca en el cuello. En la parte de atrás.
Exactamente donde la dejaste la última vez.
Nunca un beso quemó tanto.
Nunca un amor duró tanto.

12 de diciembre de 2014

Después

Después no vais a poder ni miraros a la cara.
No podréis.
Aunque un rato antes hayáis compartido la piel. Aunque os hayáis perdido uno en los ojos del otro, aunque hayáis mordido, acariciado, empujado, besado, consolado al final...
No podréis miraros.
A pesar de haberlo hecho como si fuese la última vez en vuestras ordenadas vidas. Con prisa, pero despacio a la vez.
Durante horas que parecieron días.
A pesar de tener marcas evidentes en la piel, en las manos, los muslos, el pecho y el alma.
No podréis hacerlo.
Y no será culpa. Ni será reproche.
Será, simplemente, que tiene que ser. Y ya está.
Tampoco ese ascensor volverá a subir y bajar de la misma manera.
Y cada poro de la piel reclamará de nuevo. Y no podréis.
Ni vosotros
ni nadie.
Porque este maldito mundo se va a ir a la mierda.
Y en breve.

2 de diciembre de 2014

La mitad, mujer. La mitad



No hace falta, que no,
ser la mejor,
la más lista,
la más guapa,
la más loca,
la más puta,
la más independiente,
la más sufrida.
Para ser buena, mejor la mitad de todo,
medio lista,
medio guapa,
medio loca y medio puta.
El día que medio lo entiendas
empezarás a medio interesarme.

(Para ser buena, ser la mitad - Publicado en Nunca en domingo. Hoy, necesario)