3 de junio de 2013

Caerse del guindo (I)

Cerezas. Lo repite una y otra vez tumbada sobre la hierba. 
Ce-re-zas.
Le encanta la sensación en la boca al pronunciar esa palabra. Ce, la lengua entre los dientes y los labios entreabiertos. Re, acariciándose el paladar. Zas, de nuevo la lengua entre los dientes, que termina por escapar rápida, como un niño travieso que se esconde tras sus manos. Cerezas. Ce-re-zas.
Cierra los ojos y piensa en el sol, y en el verano. Y en aprender a hacer nudos con los rabos de las cerezas en la boca, sujetándolo entre los dientes y dejando a la lengua hacer. Una vez tuvo el récord. Fue la más rápida. Recuerda entonces como él la miraba con los ojos abiertos de par en par. Fascinado. Sin acabar de creérselo todavía.
Y robarlas del árbol del vecino. Aquellas sabían mejor que ninguna otra. También sacar fotos desde arriba, desde abajo, a las manos llenas de cerezas, sobre el regazo...
Cerezas
Ce-re-zas
Como un mantra.
Una vez.
Y otra.
Y otra más.

6 comentarios:

  1. Piquina, :)
    Toro... eso mismo!

    Besos

    ResponderEliminar
  2. Como cerezas mientras te leo... Un placer, vaya.
    Cerezas!

    Corde

    ResponderEliminar
  3. Suelo llamarlas Picotas... pero después de leer tu texto creo que cambiaré a Ce Re Zas

    ResponderEliminar
  4. Corde! bienvenida :)
    Eva, CeReZas... maravilloso!

    Besos mil

    ResponderEliminar