Cuando se pierde a alguien cercano, pero cercano de verdad, la pena no se va nunca. Se amortigua, se solapa con otras penas, otras veces sobresale por encima de todas las demás. Va y viene, se vuelve de espaldas y otras veces despiertas y al abrir los ojos sólo puedes verla ahí, mirándote descarada.
Al final una acaba haciéndose amiga de esa pena grande. Y así, las dos juntas en amor y compañía, la recordamos año tras año.
Por estas fechas especialmente, dolorosa e inevitablemente. Pero siempre está ahí. Porque siempre siempre debe estar ahí. Porque no había sonrisa más dulce que la suya, ni consejos más acertados. Porque siempre iluminaba todo alrededor, cuando reía, cuando se enfadaba, cuando cantábamos y cuando nos mirábamos en silencio también.
Otro año más. Te quiero mucho, Rous.
Al leerte me has recordado inmediatamente a mi madre. Vio como le mataban un hijo en la calle y a pesar de sus esfuerzos por dedicarse a los otros su mirada le delataba. Es imposible ocultar una pena así.
ResponderEliminarUn abrazo
Un beso muy grande Jota.
ResponderEliminarY un abrazo.
La pena, se acaba emancipando. O quizás sea como tú dices, que te acabas haciendo amiga de ella. Yo también tengo penas "amigas", y si te digo la verdad, a veces, incluso disfruto cuando me vienen a visitar.
ResponderEliminarAhí están, César...
ResponderEliminarUn beso!
Ayer por la tarde vino de golpe, cuando intentaba dormir la siesta. Nunca se va a ir, es verdad.
ResponderEliminar"Porque siempre iluminaba todo alrededor, cuando reía, cuando se enfadaba, cuando cantábamos y cuando nos mirábamos en silencio también"... Definición perfecta.
Un besazo, Miss Lund!!
Corde
Un beso grande Corde!!
ResponderEliminar:)