24 de marzo de 2014

Marzo. Marzo

No sabe muy bien qué le duele más. Le duelen personas y le duele, sobremanera, ella misma. Sospecha que está metida en un juego enfermizo que le hace más mal que bien. No quiere acercarse pero a la vez le resulta completamente imposible cortar ese cordón umbilical. 
Hoy se encuentra mal. Especialmente mal. Y el tiempo, ese cielo llorando sin parar, no ayuda nada.
Se siente estúpida. Cansada. Utilizada. Desconcertada. 
Quisiera poder coger algo contundente y empezar a reventar cabezas. Una detrás de otra. No quiere escuchar lamentos alrededor, no soporta la debilidad del débil ni la autosuficiencia de quien se cree mejor que el resto. Le repugna. Todo.
Sabe que debe estar sola. Que no es día para confidencias. Ni para cafés, cigarros, ni libros. Sabe que puede hacer mucho daño y que además, es hoy tan vulnerable que un mínimo rasguño va a hacer que se desangre. 
Se protege y protege al resto. Tiene que estar sola. Callada. Aislada de, al menos, todo aquello que le importe. 
Está ansiosa. No es capaz de bajar el ritmo de su respiración y quiere llorar. Siempre quiere llorar. Le sobran horas, le sobra la ropa, le duele el alma. Quiere el mar. Y una caricia.
Se acuerda del cactus. 

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