26 de junio de 2014

Más de ganas.

Hay veces que no es un polvo lo que estás esperando.
Tú crees que sí. Pero no.
A veces, yo, necesito tan solo que me mires.
Comprende que rozar tu mano de manera furtiva, fugaz, puede salvarme.
Y darte un beso con una intensidad algo mayor de lo políticamente correcto,
acercándome premeditada y peligrosamente a esa zona entre la mejilla y tus labios.
O abrazarte. Esconder las intenciones en un abrazo transparente, descafeinado,
y acercarme un poco más de lo normal. Apretarte, respirarte y dejarnos estar algo más de tiempo.
El suficiente para que la cabeza empiece a jugar malas pasadas.
Para que no puedas olvidarte nunca más de mi, y aparezcan las ganas.
Siempre las ganas.

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