Hoy he dibujado tus labios,
y he recordado cuánto me gusta que me cojas por el cuello.
He pensado mientras tanto en lo mucho que me gustan tus manos,
y he dejado acelerarse al corazón.
Pude olerte, me faltó el aire,
quise llorar.
Pero la falta de oxígeno no me dejó más que cerrar los ojos.
Después los abrí y te observé a través de un mechón de pelo,
y visualicé entonces tu mano, esa mano
descansando sobre el encaje,
y el calor.
Siempre hace calor.
En ese preciso instante se creó ese silencio interminable, tan agonizante y mágico al mismo tiempo que desearia que nunca tuviera fin, al mismo tiempo que me gustaría que nunca hubiera comenzado.
ResponderEliminarTambién volví a sentir esa sensación como cuando te acarician la nuca con las puntas de los dedos...
En fin, eso me evoca tu texto
... y el calor.
ResponderEliminarSiempre hace calor.
ResponderEliminar:)
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